En cada cigarro que prendes
aprendes y prendes.
En cada trago al refresco,
y tus labios tan frescos,
tus manos nerviosas corriendo por mis mejillas,
y tus dedos entre las cejas,
en la intimidad entre la piel y la ropa,
y en ese quererme comer con tus besos,
-y el respeto a mis manos y mis caricias
con tu incomodidad de no haberte bañado-,
-y el rechinar de tu pelo-,
y la gente en la plaza y los nervios…
y el recato de moral y el encanto,
tu cuerpo fuerte de hombre,
y las cicatrices que me mostraste y cocí con un beso,
con tu forma de mirarme mientras comes,
y me miras, me miras, me miras y me comes...
con tus brazos que abrasan
y abrazan,
con tu mirar que desnuda,
y otro cigarro ,
y otro trago
y una nueva caricia
y mi sonrisa de media luna - así lo decías-,
y el hostal con balcón a la plaza curiosa
y la piel que se cae a los pies del jadeo de mi aliento,
y, ese beber de tu boca,
y mirarnos frente al espejo de frente
con tus barbas blancas de viejo marino en la vida,
-y que pican-,
y tu piel de niño nacido al amanece sin luna y con frio,
tu manera de contarme tu vida, tú vida,
y todos tus movimientos,
los que dolieron,
los que cerraron mis ojos,
los que abrieron lo eterno de sentirte ahí adentro,
y el calor de tus bellos adentros con lo que enseñas,
y lo que aprendo,
con todas tus virtudes de amante
en los sueños perfectos
y tus defectos
y los “te amo” y los te amo sin duda.
Sin dudas tú lo dijiste amor… yo lo sentí.
Due ® 20 enero 09
martes, 16 de junio de 2009
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